Desinformación: una amenaza invisible que ya afecta a diversos entornos

Desinformación: una amenaza invisible que ya afecta a diversos entornos

Una sola publicación falsa en redes sociales puede costar millones. Literalmente. Así lo demuestra el informe más reciente de la firma global LLYC, titulado “La desinformación causa pérdidas reales: cómo blindar a las empresas frente al daño reputacional y financiero”. El estudio alerta que este fenómeno no es futuro, ni ajeno: es un riesgo actual, tangible y que afecta a todos los países, incluyendo Ecuador.

LLYC parte de un caso estremecedor: el pasado 7 de abril, una publicación falsa en redes afirmaba que EE. UU. suspendería aranceles por 90 días, excluyendo a China. En menos de media hora, el índice S&P 500 ganó valor por 2.4 billones de dólares, solo para desplomarse al ser desmentido el rumor por la Casa Blanca. El origen: publicaciones anónimas amplificadas por medios sin verificación. El resultado: caos financiero global.

El problema, como señala LLYC, es que ya no estamos ante simples rumores. Con la inteligencia artificial, la desinformación se ha vuelto escalable, automática y mucho más persuasiva. Deepfakes, audios clonados y noticias sintéticas son cada vez más difíciles de detectar para el ojo humano y se propagan con una velocidad vertiginosa. Peor aún: muchas veces apelan al miedo o al caos, lo que genera una reacción emocional inmediata y poco reflexiva.

El informe cita datos escalofriantes: se estima que la desinformación genera pérdidas por 78.000 millones de dólares al año en el mundo, 39.000 millones solo por volatilidad bursátil. Pero no todo es Wall Street. En América Latina, campañas organizadas han intentado afectar la confianza en bancos centrales y manipular mercados cambiarios. En Reino Unido, el 60% de los clientes bancarios estaría dispuesto a retirar su dinero tras ver una noticia falsa sobre su banco. ¿Podría pasar lo mismo en Ecuador si alguien difundiera un supuesto cierre de una institución financiera local con un audio falso?

Ante este escenario, el llamado de LLYC es claro: blindar a las empresas no es solo una acción de comunicación, sino una estrategia de supervivencia. Las marcas deben invertir en monitoreo, verificación algorítmica, simulacros de crisis y comunicación estratégica. No se trata de “si” les pasará, sino de “cuándo”.

Los periodistas, tienen un rol ineludible: verificar antes de publicar, contrastar fuentes, no amplificar rumores por likes o primicias. Y como ciudadanos, debemos desarrollar pensamiento crítico: si una noticia nos alarma demasiado o se propaga demasiado rápido, probablemente no sea cierta.

En un mundo donde la percepción puede mover mercados, destruir reputaciones o generar pánico colectivo, la verdad es más frágil que nunca. Pero también más valiosa. Blindémonos con datos. Resistamos con criterio. Y defendamos, todos, la confianza como el activo más valioso de nuestra sociedad.

Ilbert Isaac

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